Sin ti nunca lo podré lograr. Tú eres el arquitecto de mi vida. Tú eres el Creador de mi carne y de mis huesos. Tú me hiciste según tus designios. Ahora que tú me has encontrado, deseo vivir el ser que tú quisiste que fuera. En tu Hijo Jesucristo puedo ser lo que tú quieres que yo sea. Tú eres el único que conoces el verdadero valor de mi vida. Permíteme vivir el valor que tú me has dado. En Cristo, tu Hijo amado.
miércoles, 11 de febrero de 2009
"Vuelo de Aguila"
Me encontraba mirando un águila en vuelo cuando por ninguna razón aparente empezó a ascender en espiral. Con sus poderosas alas, el gran pájaro se elevaba cada vez más, hasta que se disolvió en un puntito y luego desapareció.Su vuelo me recordó las alentadoras palabras de Isaías: “Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor renovaran sus fuerzas; se remontaran con alas como las águilas…”, Isaías 40:30-31.Las aflicciones y tragedias de la vida pueden poner fin a nuestra capacidad de recuperación, aguante y temple, y ponernos de rodillas. Pero si ponemos nuestra esperanza en el Señor y nos apoyamos en El, El renueva nuestra fuerza. La clave de nuestro aguante descansa en el intercambio de nuestros limitados recursos por la fortaleza sin límite de Dios. Y es nuestra con solo pedirla.Con la fortaleza de Dios podemos “correr y no cansarnos”, ni siquiera cuando los días son ajetreados y exigentes. Con su fuerza podemos “caminar y no fatigarnos”, aunque la rutina tediosa y lerda haga que el camino parezca pesado y largo. El salmista exclamo en medio de su peregrinación fatigosa y lastimera: “Cuan bienaventurado es el hombre cuyo poder está en ti…!”, Salmo 84:5.
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